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7. La interacción de los dirigentes


     El primer paso entonces para lograr una actualización de nuestra teoría es el establecimiento inmediato de relaciones públicas interactivas entre los dirigentes de las diversas esferas. “Públicas”, en este caso, está dicho en un sentido más específico: las deliberaciones entre los dirigentes de diversas áreas deben ser realizadas a la vista de toda la comunidad, es decir con un grado de publicidad y transparencia tal, que no deje lugar a dudas sobre arreglos o concesiones espúreas so pena de viciar de ilegitimidad a la nueva relación y a sus protagonistas.

     Los gobernantes se sientan a la mesa, como referentes del poder político tradicional. Ponen a disposición la estructura estatal que concentra el poder de la ley y de la fuerza, aunque también recursos públicos e infraestructura para generar ámbitos de posibilidad. También aportan su legitimidad “formal”, dañada (como hemos visto) pero todavía importante, y su indiscutida experiencia. Lo óptimo sería que ejercieran también una capacidad de liderazgo en función de su visión prudente del conjunto y que fueran garantes del bien común en cada una de estas decisiones interactivas. Sin embargo este aporte no está asegurado de parte de los políticos por el sólo hecho de ser tales, al menos hoy en día.

     De parte de la sociedad civil llegan los dirigentes de las instituciones intermedias tradicionales, entre ellas los partidos políticos y los sindicatos. También el sector de la empresa con sus exigencias y sus recursos. Este nivel aporta estructuras, fondos, reclamos legítimos (aunque con una legitimidad parcial) planteos individualistas transversales y verticales que resultan positivos en este marco, puesto que actualizan los reclamos directos de personas afectadas en sus intereses. Reclamos que deben ser tenidos en cuenta si queremos orquestar una política prudente.

     Por último, tienen participación los dirigentes comunitarios que aportan su conocimiento empírico de los problemas concretos del hombre comunitario y, por otra parte, sus pequeñas pero dinámicas estructuras de acción directa efectiva.  La legitimidad de este dirigente es real y ha sido fortalecida por la crítica contingencia (sobre todo en nuestros países). En verdad es una legitimidad parcial en cuanto sólo se corresponde con un grupo determinado de personas, pero en muchos casos el carácter y el ejemplo de vida -de unidad de vida- de estos personajes extiende su legitimidad en cuanto tienen posibilidad de hacerlo.

     Los intelectuales y también los artistas de todo tipo aportarán su formación y su estilo en el caso que sean dirigentes a través de los canales que mejor reflejen su personalidad. Efectivamente: existen muchos intelectuales que pueden mostrar un estilo comunitario o provenir del racionalismo de la Sociedad Civil o incluso participar de una tecnocracia política. Otro tanto con los artistas.

     En este esquema que no es vertical, debemos incluir, por supuesto, al hombre en su individualidad, sobre todo al Hombre-común-de-todos-los-días que tiene mucho para decir a las estructuras.  En verdad debiera participar con voz y voto soberano aportando su “experiencia vital”; no sea cosa que lo comunitario se convierta con el tiempo en una nueva construcción artificial y vacía.

     Sin embargo ya hemos visto que el individualismo y la crítica situación económica condicionan el compromiso del ciudadano con instituciones que exigen tiempo y esfuerzo. Lo dejamos asentado, igualmente, para insuflar a la estructura propuesta de un espíritu abierto y generoso (no sectario, corporativista y mezquino en la convocatoria) El principal propósito de la interacción -podríamos decir incluso- debe ser alentar la participación del mayor número de personas en las cuestiones públicas. Incluso, aunque la participación de la gente común le quite un poco de eficiencia al proceso de búsqueda del consenso, ayuda a la educación cívica de la ciudadanía.

     Si no, daremos la razón a Bertrand de Jouvenel que sentencia:

“Toda asociación humana nos ofrece el mismo espectáculo: desde el momento en que el fin social no es perseguido constantemente por la comunidad, sino que un grupo particular se destaca para entregarse a él de una manera permanente, en tanto que los otros asociados no intervienen más que a ciertos intervalos; desde el momento en que se produce esta diferenciación, el grupo responsable forma un cuerpo social aparte, adquiere una vida y unos intereses propios. Este cuerpo social se opone al conjunto humano del que ha salido, y el será quien lo dirija”.

     Para ser armónicos con anteriores afirmaciones, no debemos confundir participación de dirigentes sociales y comunitarios, así como de ciudadanos notables, en la construcción de la decisión política, con representación política. Es decir: estos dirigentes y líderes naturales no serán convocados al ágora política en calidad de “representantes del pueblo”, sino más bien como figuras destacadas, como líderes en los diversos sectores en los que participan, como estudiosos de una cierta área temática o expertos en ciertas situaciones. Dichos dirigentes, sólo cuando deliberan en forma adecuada en el marco político “hacen política”, aunque no del modo que ha establecido la teoría moderna sino de un modo original.

     Ya podemos vislumbrar que la interacción de todos estos agentes puede provocar un giro copernicano en el devenir político de las sociedades futuras. La fórmula política propuesta pareciera insinuar el planteamiento de un nuevo ethos esperanzador, que combina el ethos de la racionalidad con un ethos vital lleno de pasión y también de experiencia. Una combinación todavía incipiente del reino de la necesidad y el reino de la libertad en el marco de un nuevo ámbito de posibilidad.

8. ¿Cómo puede institucionalizarse el diálogo?    


     ¿Cómo podría institucionalizarse este diálogo y esta acción interactiva? Ya fue dicho que una idea para ser política, exige ser institucionalizada, porque si no, queda en la esfera de los deseos o las promesas, tal vez cumplidas por un gobernante pero desechadas por el siguiente. Por tanto, el asunto es relevante.

     Hay que valorar, las particularidades que caracterizan a cada uno de los dirigentes de las distintas esferas, pues, si no, corremos el riesgo de “contagiar” los defectos de unos a otros, en lugar de sus virtudes o de  someter a unos a las estructuras en las que se desenvuelven otros.

     Los políticos y los dirigentes propios de la sociedad civil se encuentran generalmente condicionados por las estructuras institucionales sometidas a un régimen estricto de legalidad. Es decir, existen rígidos criterios de racionalidad y de legalidad que acotan su discrecionalidad. Hay también otros criterios que influyen en sus decisiones y en sus acciones, como por ejemplo el de optimización económica y absoluto respeto de lo privado.

     En cambio los representantes comunitarios, no se ven sometidos en forma tan rigurosa a estos principios y en cambio, se manejan con otros valores y criterios más amplios.

     Un ejemplo superficial pero esclarecedor: un representante de la municipalidad golpea mi puerta y solicita una colaboración para ayudar a los más necesitados. Lo menos que recibirá es una negativa, aduciendo que para eso se pagan impuestos, que no tiene ninguna competencia para hacer tal cosa, además de gruesas críticas para el intendente que ordenó tal acción. De seguro no correrá igual suerte un sacerdote, o un miembro de una organización no gubernamental que no sólo recibirá colaboración sino que también puede llegar a recibir apoyo y participación de nuestra parte en su tarea.

     Todo indica, que no podemos canalizar la interacción por un sólo ámbito, tal como una Asamblea o una mesa de concertación política, ni mucho menos convocar a los demás dirigentes a vincularse con las estructuras políticas clásicas. El sacerdote por ejemplo, o el miembro de la ONG, perderían inmediatamente su legitimidad natural si se presentara a la próxima elección como candidato a diputado o intendente.

     Lo político, por tanto, aunque siempre con carácter subsidiario, debe incentivar una relación constante e institucionalizada entre los diversos grupos de representantes de las diversas esferas. Sin embargo, deberán pensarse canales originales de interacción que superen las estructuras clásicas del Estado moderno.

     No sería malo, por ejemplo, aunque sólo es una sugerencia que debería estudiarse, establecer o construir un lugar especial en un lugar importante de la ciudad donde pudieran tener su local y parte de sus actividades todas las distintas organizaciones comunitarias y sociales agrupadas por sus objetivos similares o próximos, o por sus tareas coincidentes. De más está decir que la interacción se potencia por la proximidad física de sus agentes, en un trato y en una cooperación cotidiana.

     Otro ámbito novedoso para provocar una interacción pública es, sin duda, la escuela pública. Allí puede alentarse la interacción de los diferentes sectores de la comunidad educativa que sin duda redundará en un mejoramiento de la “oferta” educativa básica que puede provenir de la planificación estatal.

     No hay que descartar herramientas modernas que alientan la interacción como es el caso de la Red de Internet y la interacción a nivel virtual.

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